Observa tu cuerpo, tu fisiología y podrás darte cuenta que para cada estado emocional tienes asociada una corporalidad distinta. Por ejemplo, para estar alegre tu cara ha de mostrarse de una determinada forma; comisura de los labios, músculos faciales, tu tronco ha de posicionarse de una determinada manera. Para estar rabioso tu fisionomía cambiará totalmente, y lo curioso es que es imposible estar triste con una corporalidad que no sea la que tienes asociada a la tristeza, y así para cada emoción.
Aún recuerdo cuando siendo estudiante la profesora de Habilidades Psicosociales nos dijo que, no sólo cada emoción lleva ligada una expresión corporal y facial, sino que cada expresión también lleva asociada una emoción. Esto nos permite cambiar nuestro estado emocional en un abrir y cerrar de ojos con tan sólo variar nuestra fisiología. En los seminarios jugamos a cambiar la fisiología del cuerpo y el rostro y pasar de alegría a tristeza alternativamente cada segundo, así verifican cómo nuestro cuerpo determina nuestra emoción. De hecho, de un modo inconsciente todos lo hacemos. Al mal tiempo buena cara o el que canta su mal espanta… Estos refranes tan sabios como antiguos no son sino ejemplos de cambios físicos que provocan cambios emocionales.
¡Cuidado! no quiero decir con esto que con sonreír solucionemos todos los problemas. Nada más lejos, no se trata de evitar el problema cambiando de estado, sino más bien de ponerte en un estado que te permita expresarte desde un mecanismo de adaptación y encontrar una alternativa ventajosa. Para dominar con éxito tus emociones has de ser maestro de tu fisiología entendiéndola en su más amplio termino desde la corporalidad: gestos, tono de voz, respiración, velocidad de movimientos. Cambia tu corporalidad y cambia tu emoción. Cambia tu emoción y cambia tus acciones y con ellas los resultados.